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ONG capacita a jóvenes peruanos para producir sus propias películas

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Fuente: El País

Muchos jóvenes de los Andes y la Amazonía peruana viven en comunidades sin energía eléctrica, por lo tanto, rara vez ven televisión o filmes en DVD. “Algunas familias tienen grupo electrógeno, pero la mayoría no”, explica Alisson Antazú, una de las realizadoras que esta semana participó en Lima de un foro y un taller de cine indígena acerca de las leyendas de los ancestros, las costumbres que se pierden, y la historia de los mayores que guardan los conocimientos.

“En mi comunidad hay muchas historias, mi documental es La laguna encantada, sobre una leyenda que al inicio los sabios no nos querían contar. Si tenemos apoyo quiero seguir filmando”, añade Antazú, quien pertenece a la etnia yanesha, y vive en el departamento de Pasco, en la selva central. La estudiante de secundaria comenta que su comunidad, formada por unas 700 personas, es un poco aislada, “solo llega una radio local, por eso el cine es una oportunidad y una ayuda importante para un pueblo. Nosotros vivimos de lo que sembramos y compartimos lo que tenemos”.

Desde 2013, la ONG peruana Chirapaq -con Wapikoni de Canadá y otras instituciones- capacita en lenguaje fílmico a jóvenes quechuas de Ayacucho y recientemente a yaneshas de Pasco. El programa Wapikoni Mobile, desarrollado para que indígenas canadienses produzcan filmes y música, ha sido adaptado a Perú por Chirapaq. “Por la características diferentes de la sociedad, allá el trabajo es individual, y en el Perú el proceso de formación y de creación es colectivo, participativo”, explica la comunicadora Soledad Carrasco a EL PAÍS.

Los profesionales de Wapikoni Mobile son un grupo itinerante, que dispone de un equipo de filmación, para el entrenamiento y la creación hecha por los pueblos indígenas. Jorge Mendoza (de 24 años) ha realizado dos documentales en su comunidad San Juan de Chito, en Ayacucho, y presentó uno de ellos, Quinua qaqtay (Quinoa sagrada) el miércoles en el cine-foro La vida en mi comunidad, en el que participaron el realizador boliviano Ivan Sanjinés y la cineasta canadiense Jani Bellefleur.

“Hacemos esos cortos para no perder las costumbres. Nuestra quinoa es sagrada porque de eso vivimos: para nosotros es importante hacer conocer cómo vivimos”, añade el realizador, quien pidió permiso como trabajador en una pequeña obra de saneamiento para viajar a Lima.

Mendoza recuerda que el primer corto documental, Madre tierra que nos da la vida, llevó tres meses de trabajo, incluido el guion. “Al inicio teníamos un poco de miedo porque no sabíamos en qué planos filmar o no tomar contra el sol, pero ya sabemos. Pedimos apoyo a la comunidad que nos ayudara con la música, hicimos todo con el permiso de la comunidad”, señala.

El cine-foro La vida en mi comunidad incluyó cortometrajes de Argentina, Bolivia, Canadá, Chile, México, Noruega, Nueva Zelanda, Panamá y Perú, de los pueblos anicinape, atikamenkw, aymara, embera, innu, kuna, maorí, mapuche, quechua, diaguita calchaqui, mojeño, yanesha y ñuu savi.

El realizador ayacuchano está ahora interesado en aprender animación, después de ver el filme ‘Nahuel: una leyenda mapuche’, del director chileno Jesús Sánchez, un trabajo con marionetas rodado en una zona de riscos y lagunas en la Araucanía (Tinquilco, Pucón). Mendoza estudió la primaria y secundaria en una escuela a casi dos horas de su comunidad. “Caminábamos bajo lluvia, bajo calor, nuestros cuadernos se mojaban”, relata.

http://cultura.elpais.com/cultura/2017/05/12/actualidad/1494554839_080557.html?id_externo_rsoc=FB_MX_CM