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¿Sabías que… un cosmonauta pierde entre el 1 y el 2 por ciento de su masa ósea por cada mes que pasa en el espacio?

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 Entre las investigaciones que se llevaron a cabo en la estación espacial Mir —que en ruso significa paz o mundo—, algunas estuvieron enfocadas en estudiar la reacción del cuerpo de los cosmonautas durante estancias prolongadas en el espacio, en virtud de que condiciones ambientales como altos niveles de radiación, mayores a los que hay en la superficie de la Tierra; así como la reducción drástica de la atracción gravitacional podrían tener consecuencias negativas en ellos.

Una de esas investigaciones consistió en monitorear la masa ósea de los cosmonautas para descubrir posibles cambios, gracias a ello se dieron cuenta que los viajeros perdían entre uno y dos puntos porcentuales de su masa ósea por cada mes de estancia en el espacio exterior.

En esas mediciones, también se dieron cuenta de que la disminución de la densidad ósea era más significativa en las partes bajas del cuerpo, las piernas y la espina dorsal resultaron más afectadas.

La razón de esa pérdida de densidad, se atribuye a que los huesos dejan de recibir el mismo impacto y esfuerzo que reciben en un ambiente gravitacional, como la tensión a la que se someten los brazos cuando se cargan cosas pesadas o la compresión que sufren los fémures y la columna vertebral al soportar el propio peso del cuerpo; factores prácticamente nulos en el espacio, por lo que los huesos requieren menor solidez y el calcio se fija en ellos a un ritmo menor.

Los huesos, al igual que todos los tejidos que conforman el cuerpo humano, son dinámicos; es decir, cambian con el tiempo. A pesar de que los huesos cambian a un ritmo menor en comparación con otros tejidos como los músculos y órganos, también responden a los estímulos del entorno, motivo por el que, al someterse a menor esfuerzo, reaccionan dejando de absorber calcio y perdiendo gradualmente el que ya contienen, con lo que su densidad tiende a disminuir.

Pero ¿a dónde se va ese calcio? En primera instancia, al torrente sanguíneo y comienza un proceso para desecharlo a través de la orina. En este proceso, incrementa considerablemente el tránsito de calcio por los riñones, lo que implica que también aumente en gran medida el riesgo de que se produzcan cálculos renales, que no son más que piedras en los riñones.

Para mitigar los efectos de la pérdida de calcio en entornos con baja gravedad, los astronautas de la Estación Espacial Internacional se ejercitan dos horas y media al día con aparatos que estimulan la generación de tensiones entre sus huesos, propiciando una mayor fijación de calcio en ellos y por ende una menor perdida mineral.

Posteriormente, cuando los astronautas vuelven a tierra firme, en promedio tardan de tres a cuatro años para recuperar la densidad ósea que tenían antes de irse al espacio.

La principal solución para esta problemática fisiológica es mantener la salud de aquellos cosmonautas cuyas misiones implicarán estancias prolongadas en el espacio, incluyendo entornos con gravedad reducida en cuerpos celestes de masas menores a la Tierra como son los asteroides, la Luna y Marte, así como aquellos entornos con gravedad prácticamente nula. Por ejemplo, los largos trayectos para llegar a los destinos mencionados.

Los resultados de los estudios realizados en viajeros espaciales sobre este tema no se quedan en el espacio. De vuelta a la Tierra, la disminución ósea puede ocasionar que los afectados permanezcan un tiempo en cama o que su movilidad sea reducida por presentar enfermedades como osteoporosis, en la que el calcio de los huesos se pierde progresivamente, disminuyendo su densidad, haciéndolos más frágiles e incrementando el riesgo de fracturas, reduciendo con ello la calidad de vida de los astronautas.

Con información tomada de:ciencia.nasa.gov