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¿SABÍAS QUE EXISTEN AUTOMATISMOS HUMANOS ANCESTRALES FRENTE A LOS RIESGOS?

cerebro

El 95% de las cosas que hacemos son automatismos, acciones y pensamientos que hemos aprendido y que no hace falta volver a procesar. Algunas forman parte de hábitos aprendidos por nosotros mismos, desarrollados por la repetición de rutinas diarias, pero otros son respuestas automáticas e instintivas que traemos de serie al nacer.

Nuestro cerebro contiene información ancestral, comportamientos instintivos que vienen marcados en nuestros genes, generación tras generación, con el objetivo de preservar la especie. En el reino animal estos instintos se manifiestan de forma casi constante. En los seres humanos también rigen gran parte de nuestra vida puesto que, aunque utilicemos más el cerebro consciente y racional, en situaciones de peligro inminente actuamos instintivamente.

Nuestra capacidad de respuesta frente al riesgo procede de la capacidad de nuestros cerebros para reutilizar de forma flexible sus recursos neuronales desarrollados a lo largo de la evolución. Ante las amenazas más cercanas se activa nuestro instinto animal. Si la amenaza está lejana, el cerebro usa las áreas dedicadas a resolver problemas, pero si está próxima, se activaban los “circuitos de supervivencia” límbicos y del cerebro medio, los instintos primitivos entran en acción y el razonamiento pasa a un segundo plano.

El más fuerte de todos estos instintos es el instinto de supervivencia, que salta como un resorte ante las situaciones más adversas y que activa todos nuestros recursos con el fin de salvar nuestra vida. Cuando el cerebro descubre alguna señal de peligro, responde en base a las capacidades, habilidades o entrenamiento de cada individuo. De ello la importancia de practicar hábitos, establecer rutinas seguras y de contar con formación en materia de prevención, puesto que en situaciones de riesgo real nuestro cerebro recurrirá a esa información almacenada para salir ilesos.