El síndrome de Tourette es un trastorno del sistema nervioso que se caracteriza por la ocurrencia de sonidos involuntarios como carraspeo, monosílabos, palabras altisonantes o incluso imitar a patos, perros o gatos, así como movimientos de cabeza, cuello u hombros, o constantes parpadeos.

Esta enfermedad se presentan con mayor frecuencia en la niñez, afectando más a los varones, y está asociada con frecuencia a trastornos por déficit de atención, hiperactividad y obsesivo-compulsivo.

 Fue descrito en 1885 por el neurólogo francés Gilles de la Tourette tras el estudio de nueve casos clínicos, y a diferencia de trastornos por tics transitorios o crónicos, los pacientes con este síndrome presentan la sintomatología por más de un año.

A pesar de que los síntomas son involuntarios, con el tiempo los pacientes pueden detectar cuando les ocurrirá el tic, semejante a cuando se presentará un estornudo o la sensación de comezón. Por ello, predecirlo contribuye a controlarlo.

El síndrome de Tourette no tiene cura, aunque se atiende con psicoterapia y farmacoterapia, y la mejor forma de tratarlo es por medio del diagnóstico temprano. La psicoterapia se centra en fomentar actividades que requieren la atención del paciente, como escribir o leer, así como ejercicios respiratorios enfocados a la relajación.