Fuente: Diario Evolución

La travesía fue interesante, con un inicio a pie de carretera, una escala en poblado y una larga caminata entre veredas, arroyos, césped y el verde bosque como testigo, ahí, donde el entusiasmo convertido en personas arribó para retribuir vida a la naturaleza.

Así comienza una jornada de reforestación en un sitio recóndito, el paraje Las Zorras, delegación San Miguel Mimiapan, en el municipio de Xonacatlán…

La cita es 07:30 en calle Felipe Carrillo Puerto y carretera Toluca-Naucalpan. No son todos los que están ni están todos los que son. En un Xonacatlán de más de 49 mil habitantes sólo un puñado responde a la previa convocatoria hecha por “face”, aquella red dominada localmente por memes, quejas y otras cuestiones.

“Vámonos” –dicen los organizadores–. Y en el acto Daniel Flores Sánchez, el biólogo Daniel Vives Díaz y el ingeniero agrónomo Oswaldo Camargo Gómez, se dirigen a la vía en una camioneta, con cargamento de arbolitos procedentes de la Comisión Nacional Forestal (Conafor).

Voluntarios a bordo de dos autos particulares y una camioneta tipo Van vienen en convoy, que tras un recorrido de unos 20 minutos llega a Mimiapan. Ahí se unen el comisariado ejidal, Alfonso Toris, un coordinador de vigilancia y el autor de estas líneas, todos con pala o azadón en mano.

En avenida México, frente a la primaria Calmécac, un segundo punto de reunión, abordan los faltantes, previo aviso del cambio de sede de la jornada, prevista en paraje El Varillero, un sitio más lejano y complicado que el ahora acordado.

Mientras la Van y demás comitiva se dirigen al oriente por pavimento, la unidad se convierte en una red social física entre personas, quienes con niños y jóvenes comentan temas personales, así como de su actividad en temas del agro.

Se llega a barrio El Potrero, en las últimas viviendas cercanas al monte, donde la terracería pone fin al cemento y expone paisajes, sin cables ni ruido de autos, salvo los visitantes, y un sendero en descenso listo para recorrer a su costado.

Ahora el panorama son árboles, desde cedros, pinos y ocotes. El grupo llega a un arroyo formado por acción de las lluvias. “Hay que cruzar con cuidado” –dice el comisariado–. Con arbolitos a cuestas o en mano, las familias se auxilian entre sí para no caer y esto se repite en otro afluente más adelante.

El grupo llega al sitio. “Aquí se llama Las Zorras, porque en antaño hubo zorras, pero ya no hay” –lamenta el comisariado–. En el lugar priva césped muy húmedo, otro arroyo al centro (sí, ¡arroyo sobre pasto!), algunas recolectoras de hongos y uno que otro pastor de vacas y ovejas.

La autoridad ejidal indica el lugar. Hora de comenzar. Tras tomar agua del arroyo, líquido puro de montaña, niños, adultos y organizadores repiten la dinámica: cavar y colocar el arbolito. Claro: “hay que medir la distancia entre cada uno y compactar la tierra después de enterrarlo, no es sólo plantar por plantar” –nos asesoran.

Los presentes invitan agua y refresco a los presentes, que al filo de las 14:00 horas plantaron 300 Pinus Ayacahuite (ocote). Una foto del recuerdo y hora de la retirada; misma travesía de regreso, no sin antes comprar hongos comestibles, con todos cansados pero contentos al final.

Ciudadanos preocupados por el medio ambiente cumplen así una reforestación, como preámbulo de próximas jornadas programadas por otros sectores, con el fin de agregar pulmones naturales y contrarrestar los efectos de la deforestación.

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