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Para muchas mujeres en Gaza, la bicicleta es un símbolo de rebeldía

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Fuente: New York Times en Español

Calle Salahuddin, Franja de Gaza — Una mañana, no hace mucho tiempo, cuatro mujeres que pedaleaban en sus bicicletas por la calle principal de la Franja de Gaza causaron bastante revuelo.

El conductor de un mototaxi de tres ruedas disminuyó la velocidad y un adolescente que avanzaba en un carro del que tiraba un caballo aceleró el paso para ponerse a la altura de las mujeres. Un Jeep con miembros de Hamas, armados, hizo sonar el claxon y las vitoreó al pasar. Un grupo de hombres en motocicleta dejó una estela de piropos a su paso.

Ver mujeres sobre dos ruedas era algo tan raro en Gaza que incluso Alaa, un pastor de 11 años que cuidaba sus ovejas cerca de la calle, dio por hecho que eran extranjeras y gritó con su limitado vocabulario inglés: “Hello! One, two, three!”.

Las mujeres ignoraron las muestras de atención. Pedaleaban desde Jabalia (un barrio pobre, sobrepoblado y de edificaciones precarias, levantadas con bloques de hormigón), en el norte de Gaza, hacia el puesto de control de Hamas frente al cruce fronterizo, de acceso muy restringido, que separa Israel de Gaza.

Amna Suleiman, de 33 años, líder del pequeño club ciclista femenino, compartió un poco de su sabiduría con las demás ciclistas, diez años más jóvenes. “Escuchen, chicas, en mi vergel no hay más que leña”, dijo Suleiman, utilizando una expresión palestina para referirse a las solteronas. “Pero ustedes son jóvenes. Quiero que cuando se casen pongan como condición seguir usando sus bicicletas”.

Las jóvenes se rieron ante la sugerencia. “¡Me golpearía!”, dijo Asala, de 21 años, con la condición de que su apellido no se mencionara.

Las mujeres, que comenzaron a pedalear juntas en diciembre, son las primeras en años en subirse a una bicicleta en público en Gaza. El movimiento islámico Hamas, que gobierna en Gaza desde hace casi una década, ha limitado las iniciativas del escaso número de mujeres que aún trata de hacer deporte.

Hamas prohibió la participación de mujeres en el maratón de Gaza en 2013, lo que provocó su cancelación. En algún momento intentó prohibir que las mujeres se sentaran tras los hombres en las motocicletas. Las atletas se entrenan en estadios a puerta cerrada. Los gimnasios son para hombres o mujeres, o tienen estrictas divisiones horarias para cada género.

Ahmad Muheisin, subsecretario en el ministerio para la juventud y los deportes de Gaza, dijo que las mujeres que usan bicicletas en público representan una “violación” a los valores de Gaza. Pero también que no sería él quien tratase de detenerlas salvo que los líderes religiosos aprobaran una fetua al respecto. (La fetua es la decisión tomada por un experto en ley islámica que algunos casos puede ser de obligado cumplimiento).

Muchos palestinos desaprueban que las mujeres usen bicicletas en público porque creen que los hombres podrían mirar lascivamente las piernas o el trasero de las mujeres que pedalean. En el mundo árabe, es muy inusual ver a una mujer en bicicleta, aunque en ciudades como El Cairo, Ammán y Beirut, donde es más habitual que las mujeres alquilan bicicletas en la Corniche, un paseo frente al Mediterráneo.

Pero todo eso sucedió antes de que Suleiman llegara a Gaza, en su adolescencia, durante la década de los noventa, después de haber crecido en Damasco, Siria.

Su regreso a la bicicleta comenzó como una apuesta: ella y dos amigas decidieron competir para ver quién perdía más peso en dos semanas. Suleiman, que también nada y toca el teclado, perdió casi 5 kilos y ganó los 75 dólares apostados.

Decidió comprar una bicicleta. Supuso que le ayudaría a seguir bajando de peso… y disfrutar de una cierta sensación. “Quería recordar una infancia sin problemas”, cuando se escapaba en la bicicleta de su vecino para aventurarse por las calles de Damasco.

Al principio solo hacía recorridos por su vecindario y al atardecer, cuando menos gente podía verla. Invitó a su amiga Sara Salibi, de 24 años, que había tenido la suerte de que su hermano menor le enseñara a andar en bicicleta, también a salir a pedalear al atardecer. Las mujeres compartían una actitud de resistencia común ante lo poco que se espera en Gaza de una mujer, aunque en muchas otras cosas sus puntos de vista difieren.

Salibi fuma, aunque solo lo hace en privado; lee al autor checo Milan Kundera y tararea canciones del programa de Jimmy Fallon. “Me gusta bailar, pero no sé hacerlo. Quiero aprender”, dijo.

Para su osada aventura sobre ruedas por la calle Salahuddin, Salibi vestía un pantalón deportivo azul y negro muy setentero; el cabello le asomaba bajo una gorra de lana con la que se cubrió la cabeza con toda la desgana posible.

En cambio, Suleiman, que enseña el Corán a niños y trabaja como voluntaria en un orfanato, vestía con modestia, bajo un velo de color rojo, un abrigo largo del mismo color, pantalones amplios de color negro y calcetines de lunares rojos.

“La bicicleta te hace sentir que vuelas”, dijo Suleiman. Salibi estuvo de acuerdo: “Me siento libre”.

El viernes las acompañaba la hermana de 21 años de Salibi, Nour, y su amiga Asala, quien usaba con un velo rojo a juego con sus Converse.

El grupo pasó frente a un edificio con la fachada llena de orificios cubiertos de plástico, sin reparar desde la guerra de 2014 entre los grupos armados de la Franja de Gaza e Israel. Las mujeres avanzaron con dificultad a través de espacios ahora vacíos, lugares donde las montañas de escombros indicaban que alguna vez hubo edificios.

Cerca de ahí, un combatiente de la Yihad que esperaba a un amigo describió a las mujeres como “detestables y feas”.

“Nuestras mujeres deben obedecer a sus maridos y preparar sus alimentos en casa, no imitar a los hombres al montar bicicletas en las calles”, dijo el hombre, de 33 años, que se negó a dar su nombre, y coincide con la opinión de muchos hombres entrevistados en Gaza así como con la de múltiples comentarios hechos públicos en las redes sociales después de que la noticia del grupo de mujeres ciclistas se hiciera pública en los medios locales.

Una minoría de hombres, entre los que se encuentra Abdul Salam Hussein, de 53 años, apoya la iniciativa. Sentado cerca de una fábrica de cemento, dice: “¡Y qué si las mujeres andan en bici!”, exclamó. “¡La gente ya llegó a la luna!”.

Haniya Hamad, de 51 años, madre de nueve hijos, miraba a las mujeres en Gaza desde una carreta que anunciaba su paso por el galopar constante de los cascos del caballo que la arrastra. Mientras señala a una de sus hijas, Hamad dijo, orgullosa: “Ella también anda en bici. La toma prestada de su hermano”.

Aunque ya le había dicho a su hija que no podría seguir usando la bicicleta cuando creciera por temor a las habladurías y el desprecio de la sociedad. La chica sonreía de oreja a oreja ante la escena.

“Cuando las vio”, exclamó Hamad, “dijo: ‘¡Mamá mira, mujeres en bicicleta!’”.

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https://www.nytimes.com/es/2016/03/02/para-muchas-mujeres-en-gaza-la-bicicleta-es-un-simbolo-de-rebeldia/?smid=fb-espanol&smtyp=cur